viernes, 27 de abril de 2007

Oriol Villar

25 de abril.- En 1991 él tenía 18 años. Era uno entre muchos; ya manifestaba algunas virtudes, pero ni más ni menos que la mayoría de sus compañeros de clase. De hecho, estaba convencido de que sus defectos llamaban más la atención. Le costaba mucho concentrarse, lo dejaba todo para el último momento, era incapaz de estudiar y se preparaba los exámenes de memoria. Pero, sobretodo, tenía una irrefrenable necesidad de conseguir el cariño de quienes le rodeaban.




Creía que podría conseguirlo llamando la atención en clase con bromas, más o menos graciosillas, a los profesores. Como aquella vez en la que el profesor de Latín, el Señor Siota, cansado de sus impertinencias, le grito: "¡Usted!, coja la puerta y márchese". Ni corto ni perezoso, él se dirigió hacia la salida del aula, tomó la puerta, la levantó y, tras desencajar las bisagras, salió al descansillo con ella bajo el brazo. Boom! Diana. Sus compañeros jamás se había reído tanto. Objetivo conseguido.

En 1991 él estudiaba COU. Su familia, sus amigos, sus profesores, todo su entorno, de forma más o menos intensa, le exigían que tomara una decisión. Tenía que escoger lo que quería ser de mayor. Y ya no valían respuestas como bombero o astronauta. Según sus amigos, lo que él llamaba su grupo de referencia, había sólo tres opciones: Derecho, Económicas si eras muy listo y empresariales si no lo eras tanto e Ingeniería.

Era el año de la selectividad. Él quería estudiar periodismo en la Autónoma de Barcelona, donde pedían un 7,9 de media. Nunca fue muy brillante en matemáticas, pero lo que había aprendido todos esos años le bastaba para calcular que cinco, su nota media de BUP y COU, más un imposible 10 en selectividad eran igual a 15 y que si eso lo partías por dos sólo daba 7,5, cuatro décimas menos que lo que pedían para entrar en la Facultad de Periodismo.

En 1991 él estaba viendo una película en la tele. La emisión se interrumpió para dar paso a los anuncios. Afortunadamente no fue al baño. Una música preciosa sobre las imágenes de unos espermatozoides vistos a través de un microscopio. Entre la multitud uno de ellos avanza mucho más rápido que los demás en su carrera hacia el óvulo. El espermatozoide protagonista adelanta uno tras otro a sus competidores en la micro autopista de la vida mientras una voz en 'off' recita "Desde que eras muy muy joven te ha gustado llegar el primero. ¿Entiendes por qué ahora te gusta el GOLF GTI?".



En 1991 él descubrió lo que quería hacer el resto de su vida, tras 30 segundos de lógica aplastante, intensidad emocional y tremenda sencillez.

Muchísimas gracias al señor Toni Guasch, a Volkswagen y a todo el equipo de la agencia Tandem DDB (www.es.ddb.com) que participó en aquel proyecto. Señor Siota, quiero pedirle disculpas por todo lo que le hice sufrir en clase, pero también quiero decirle que hoy ya sé por qué usted seguía siendo profesor, aún teniendo que soportar a energúmenos como yo. Simplemente le encantaba su trabajo. Profesor, 16 años después, lección aprendida.

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